Juana de Arco, la doncella santa de Francia, una figura legendaria que perdura en los anales de la historia y en las profundidades del alma de su nación. Nacida en el pequeño pueblo de Domrémy en 1412, Juana de Arco fue bendecida con una fe inquebrantable y una conexión divina desde una temprana edad. Desde su más tierna infancia, esta heroína excepcional afirmó escuchar la voz de Dios, quien le confió una sagrada misión para liberar a su amada Francia de las garras de la opresión.
A los diecisiete años, en el año 1429, la voz celestial de Dios resonó en los oídos de Juana de Arco con una claridad abrumadora. Le encomendó la tarea de liderar al ejército francés contra las fuerzas invasoras de Inglaterra, quienes habían sumido a Francia en un estado de caos y desesperación. Con el estandarte de la victoria y el respaldo divino como sus armas, Juana de Arco se embarcó en una cruzada sagrada para restaurar la gloria de su tierra natal.
Su liderazgo y valentía en el campo de batalla fueron incuestionables. En la célebre Batalla de Orleans, Juana de Arco demostró sus habilidades estratégicas al liderar a las tropas francesas hacia una victoria decisiva contra el enemigo. Fue en estas circunstancias, inmersa en el fragor de la batalla, donde su leyenda se forjó en el corazón de todos los que presenciaron su magnificencia.
Pero su destino no solo se manifestó en la gloria de la guerra, sino también en el sufrimiento y la persecución. En el año 1430, Juana de Arco fue capturada por las fuerzas inglesas y sometida a un juicio injusto y manipulado. Acusada de herejía y brujería, fue condenada a la hoguera en la ciudad de Ruan en 1431. Su martirio dejó una profunda cicatriz en la historia y el imaginario colectivo.
Juana de Arco, la santa guerrera, se convirtió en un símbolo de coraje, devoción y sacrificio. Su fe inquebrantable en Dios y su dedicación a la causa de la libertad francesa la elevaron a la categoría de heroína legendaria. Su legado trascendió el tiempo y su figura continúa inspirando a generaciones venideras.
Hasta el día de hoy, en los campos franceses se erigen estatuas en honor a su memoria, y su nombre es pronunciado con reverencia y admiración. Juana de Arco, la doncella que escuchó la voz de Dios y llevó la luz a su amada Francia, permanecerá eternamente en los corazones de aquellos que anhelan la valentía y la justicia en este mundo lleno de sombras.
Con fervor sagrado, invoca las fuerzas del cielo para que desciendan sobre el campo de batalla, protegiendo a sus aliados y brindándoles una segunda oportunidad. En un acto de clemencia divina, Juana de Arco disipa cualquier efecto de estado negativo que aqueje a un aliado, restaurando su vitalidad con una curación renovadora. Además, rodea al destinatario con un aura bendita que fortalece sus defensas, otorgándole una resistencia extra para enfrentar las adversidades que aguardan en el campo de batalla.
Mediante la comunicación directa con Dios y la orientación divina que recibe, Juana de Arco tiene el poder de debilitar y desmoralizar a un solo objetivo. Sus enemigos sienten cómo su fuerza se desvanece, mientras sus fuerzas se debilitan, y sus defensas son erosionadas. Además, posee la posibilidad de infligir desorientación, que los deja vulnerables ante los ataques de los aliados de Juana de Arco. En el campo de batalla, esta habilidad se manifiesta con un resplandor celestial que rodea a Jeanne d'Arc, mientras su voz se eleva en una plegaria fervorosa, invocando el poder divino que se desata sobre el objetivo, debilitándolo y sembrando el caos entre las filas enemigas.
Juana de Arco despliega el Camino del Martir, una habilidad que encarna su ferviente fe y devoción. Inquebrantable en su misión divina, ella invoca la memoria de su propio sacrificio, entregando una parte de sus propios puntos de vida para sanar y purificar a sus aliados en un amplio rango de área. Mientras su voz se eleva en oración y su armadura se ilumina con una luminosa aura divina, las heridas de sus aliados se cierran y su espíritu se fortalece, inspirando una nueva determinación en la lucha por la justicia y la protección de los desamparados.
Al invocar el espíritu de las cruzadas y canalizar la guía divina, Juana de Arco infunde a sus aliados con una fuerza inquebrantable y una determinación implacable. Bajo su influencia, los ataques de los aliados se vuelven más feroces y letales, arrasando a los enemigos con una furia divina. Además, otorga a los aliados en rango una impenetrable protección, reduciendo el daño sufrido y asegurando su supervivencia en la ardiente batalla. En el campo de batalla, una luz sagrada y resplandeciente envuelve a los aliados de Jeanne d'Arc, infundiéndoles valor y elevando sus espíritus mientras enfrentan a sus enemigos con una determinación inquebrantable.
Guiada y protegida por el arcángel San Miguel y otros santos ángeles, su espada irrumpe con una luz deslumbrante, descendiendo del cielo como un rayo divino sobre sus enemigos. Este devastador ataque posee una fuerza sin igual, con una probabilidad asombrosa de infligir un golpe crítico y la capacidad de dejar a sus adversarios deshabilitados. Bajo la bendición divina, Juana de Arco es la encarnación de la justicia divina, dispuesta a purificar el campo de batalla con su implacable golpe.
Bendición Celestial, es el fruto de su pureza y devoción. Como Santa Doncella, Juana de Arco es protegida por la gracia divina, lo que le permite anular cualquier golpe fatal dirigido hacia ella y reflejar ese daño directamente hacia el enemigo. Sin embargo, esta protección está limitada. Cuando un enemigo se atreve a atacarla con un golpe mortal, la armadura brillante de Juana de Arco emana una luz deslumbrante, convirtiendo el ataque en su propia contraofensiva, mostrando al mundo la fuerza de su fe inquebrantable.
Cuando Juana de Arco, portadora de la justicia divina y poseedora de una fe inquebrantable en su misión sagrada, levanta su voz hacia los cielos, canaliza todo el poder de su fe y la voluntad divina. En un estallido de energía sagrada, desata el Juicio Celestial, una ola arrolladora que inflige daño en un amplio radio de alcance. El poder de esta habilidad trasciende lo físico y tiene la capacidad de sembrar el miedo y el terror en los corazones de sus enemigos en el campo de batalla.
Con su espada en alto, canaliza su poder divino y desata un ataque fulgurante que trasciende la distancia, infligiendo un daño considerable al enemigo. Una radiante explosión de energía divina se despliega desde su espada, iluminando el campo de batalla con su resplandor divino, mientras los enemigos son envueltos en una onda de poder sagrado.
En el campo de batalla, la valiente Juana de Arco empuña su espada con destreza sobrehumana. Con un solo movimiento elegante, la Espada Celestial desencadena una ráfaga de poder sagrado, infligiendo un daño formidable al enemigo. La hoja resplandece con la luz divina mientras corta a través de las filas enemigas, dejando un rastro de destrucción a su paso.